11 de junio de 2013 |
Ante otra celebración del Día Mundial del Medio Ambiente |
Una evolución positiva Esta semana se celebró el Día Internacional del Medio Ambiente, una fecha instituida por Naciones Unidas hace ya cuatro décadas, en consonancia con la primera conferencia mundial sobre ambiente, realizada en Estocolmo el 5 de junio de 1972. Válido para que reflexionemos juntos A mediados de la década de 1970, sectores cada vez más importantes de muchos países, comenzaron a tomar conciencia de la importancia de establecer planes, protocolos y reglas de juego nuevas, para detener el constante deterioro de los hábitat naturales, por una parte, y por la otra asegurar la preservación del ambiente para las generaciones futuras. Más allá de las visiones alarmistas de algunos sectores radicalizados, la conciencia medioambiental a avanzado mucho y es una variable por demás de importante en muchas actividades que hoy desarrollan las industrias a lo largo y ancho del mundo, evolución que ha actuado especialmente en la industria minera. Vaya como ejemplo de ello que hace solo 30 años, no se hacía estudio alguno sobre la forma en que la minería podía impactar en el hábitat o las comunidades y hoy eso no solamente es un paso previo obligatorio en la gran mayoría de los países del mundo y una práctica habitual de las empresas, sino que además cada emprendimiento cuenta con un área específica de nivel gerencial, que atiende las cuestiones tanto medioambientales como de relaciones con la comunidad. Un sistema que funciona En Argentina, la actividad minera, a partir de la década de 1990, es la única que cuenta con una ley específica de cuidado medioambiental, que la obliga a presentar una evaluación del impacto que tendrá la explotación en el ambiente, desde el momento en que comienza la exploración hasta cuando finaliza la explotación. Esa información, que representa una importantísima inversión de la empresa, es evaluada por una o varias reparticiones estatales –de acuerdo a la legislación de cada provincia–, y a partir de allí se otorgan los permisos y se usa como información base para realizar los controles. El informe de impacto ambiental debe ser actualizado regularmente, adecuándolo a los cambios que se van produciendo, y toda modificación en los métodos o condiciones pactadas, debe ser informada y autorizada con antelación. El sistema, si bien es perfectible, está dando muestras de funcionar bien y de cumplir con su cometido original, que es que la comunidad, a través de las autoridades, conozca el impacto que producirá una actividad minera, que ese impacto sea reducido al mínimo posible y que haya un control y seguimiento para que se cumpla el compromiso en tal sentido. Las muestras de que funciona se pueden ver diariamente en cada uno de los proyectos que se encuentran en plena producción en Santa Cruz, que ya llevan un tiempo de producción de cuantía como para verificar el impacto ambiental que producen. Como ejemplo, Cerro Vanguardia lleva explotando el yacimiento de oro y plata en producción más importante de la provincia, desde hace ya 15 años, un tiempo más que suficiente para observar consecuencias, si se estuvieran produciendo. Y si nos atenemos a lo anunciado por los sectores más radicalmente antimineros, cinco años más, como mínimo, que lo esperado por ellos para que la minería demostrara que es intrínsecamente dañina para el ambiente y las sociedades. La situación actual de Puerto San Julián, las condiciones ambientales tanto del sector en explotación como de toda la región circundante, son ejemplos de que nada de lo pronosticado ocurre. Como anécdota al paso, esta semana, como forma de recordar el Día del Medio Ambiente, en los comedores del yacimiento Cerro Vanguardia se sirvió un plato especial, consistente en distintas variedades de preparaciones con truchas provenientes de la Laguna del Carbón, un espejo ubicado aguas abajo de la planta de proceso, en el que el área de Medio Ambiente de la compañía llevó a cabo una experiencia de siembra de alevines, tanto para utilizar un elemento más de monitoreo, como para realizar una prueba piloto capaz de ser repetida en otros espejos de agua. Tras cuatro años transcurridos desde la primer siembra, los ejemplares de la Laguna del Carbón presentan medidas y condiciones semejantes a las de sus congéneres de otras zonas en las que no hay minería en las inmediaciones, y al igual que en otras ocasiones, los consumidos en el yacimiento provienen del raleo periódico que se debe aplicar para mantener el correcto balance en ese hábitat. Irreductibles Pese a esas evidencias, los sectores antimineros continúan siendo irreductibles, y su presencia crece a diario, especialmente en los lugares donde no hay minería, por falta de condiciones naturales o pro prohibición legal. Además, reciben un tratamiento preferencial de muchos comunicadores y en las redes sociales, que realizan diferenciaciones semánticas para analizar una y otra posición, ya que los que se oponen a la minería son “luchadores sociales” –provengan de donde provengan y representen a quien representen– y los que la apoyan son, invariablemente, “reconocidos lobbistas”. Se trata, en la mayoría de los casos, de grupos que han sabido aprovechar al máximo los sistemas de conectividad y las nuevas tecnologías de la comunicación, que utilizan eslóganes de rápida lectura, con falsas premisas, con datos de difícil verificación para el hombre común, y que tocan siempre fibras sensibles. Y como decíamos en esta misma columna hace solo una semana, se trata de personas que se oponen a la minería pero no a lo que ella produce, porque en el fondo no se hacen cargo de las consecuencias de su accionar, y lo único que pretenden es que no haya minería cerca de sus casas. Y muchos de ellos demuestran también que son, cuanto menos, incapaces de defender en la faz privada lo que sucede públicamente, como sucedió esta semana, también, con el reconocido ambientalista de Esquel Lino Pizzolón, como limnólogo (estudioso de los sistemas ecológicos acuáticos continentales), uno de los más encumbrados participantes de la Asamblea por el No a la Mina de Esquel y de agrupaciones ambientalistas; a quien las autoridades de la Universidad Nacional de la Patagonia le clausuraron el laboratorio de ecología acuática que dirige por no cumplir con normas básicas de cuidado ambiental, ni tener sectores para la disposición segura de residuos tóxicos que él mismo generaba. El discurso de Pizzolón en defensa de los recursos hídricos es prácticamente su razón de ser. Miembro titular del Observatorio del Agua, ha sido un permanente expositor de los desastres que, según él, ocasiona la minería en el medio ambiente y especialmente en el agua. Un desastre que sí ocasionaría si la industria funcionara hoy como lo hacía hace cincuenta años, cuando no había exigencia social sobre el impacto ambiental, o cuando se creía que si un emprendimiento era positivo económicamente para la comunidad, había que perdonarle todo. Un desastre que sí ocasionaría si la minería actuara como lo ha hecho Pizzolón con su propio laboratorio. Pero claro, parece que las acciones de un luchador social no tienen consecuencias, y si las tienen, hay que silenciarlas, en salvaguarda de un fin superior. Una variante del “roban pero hacen” que tanto daño nos ha hecho. |
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