5 de agosto de 2013 |
Un panorama poco alentador para la industria en la provincia |
Arreglar el presente complicando el futuro La minería ha ingresado a nivel mundial en un período de vacas flacas, a lo que se suman los ingredientes negativos nacionales. Para Mario Capello, en Santa Cruz se decidió combatir la situación carneando todo el rodeo de un solo saque. El Secretario del Colegio Argentino de Ingenieros de Minas (Cadim), Mario Capello, brindó su opinión sobre la reciente decisión del gobierno de Peralta de poner en marcha un impuesto minero, a través de un artículo titulado “Minería en Santa Cruz: ya no será”, en el que abona la sensación que recorre a todos los protagonistas de esta industria en nuestra provincia, que es que donde más se necesitaba la sensatez, ha primado el desconocimiento, cuando no el oportunismo. Veamos en extenso lo que afirma el reconocido profesional en su interesante artículo, para luego acercarnos a algunas conclusiones. Mario Capello: “Minería en Santa Cruz, ya no será” “La reciente decisión de los políticos de Santa Cruz, pronunciándose en la Cámara de Diputados por prescindir de la industria minera en este tiempo, debe ser analizada en un contexto cultural en el que los valores de la democracia liberal, es decir, aquellos que desde 1853 consagraron la igualdad ante la ley, la búsqueda del bien común, los derechos de propiedad y el orden social estipulados por las normas; ceden frente al accionar populista de los dirigentes provinciales”. “El gobernador recorrió la provincia llamando a la lucha de los buenos contra los malos, de muchos contra unos pocos. El salvaje e insaciable capital minero que desde 1998 generó miles de puestos de trabajos no estatales, millones de dólares para Fomicruz, y desarrolló ciento de empresas proveedoras de bienes y servicios, por su voluntad, deberá ahora hacerse cargo de la felicidad salarial de empleados públicos y jubilados provinciales. Este discurso que momentáneamente cautiva voluntades desprevenidas, cosecha aplausos instantáneos y la adhesión de intendentes oportunistas; no es más que un golpe bajo, que rápidamente chocará de frente, contra la implacable realidad.” “La reciente situación internacional que desplomó al valor de los minerales metalíferos, debió ser causa de atención de las autoridades en las provincias productoras, entre ellas Santa Cruz. La minería como cualquier actividad económica se lleva adelante siempre y cuando exista renta. Nadie trabaja a pérdidas. Los pequeños yacimientos y fundamentalmente los productores de plata están frente a una decisión dramática. El precio del metal se derrumbó a menos de 20 dólares por onza y sale 24 producirla; salarios, insumos y servicios se dispararon al ritmo de la inflación; la renta desapareció, hoy cuesta más producir el metal que lo que se obtiene por su venta.” “En ese contexto debe inscribirse esta alucinación política llamada “impuesto al derecho real de propiedad inmobiliaria minera” convertida en ley. No es otra cosa que un asalto al sentido común. Pretenden que la actividad minera que ya tiene sobre sus espaldas la carga tributaria más importante del continente, aporte a Santa Cruz en medio de este contexto desfavorable, unos 950 millones de pesos anuales más de lo que ya tributa. Sueñan con poder atender desmanejos políticos-financieros de los que la minería, nada tiene ni tuvo que ver.” “Poco parece conmover a los dirigentes políticos las consecuencias de esta ley. Un futuro de familias sin salarios por las medidas que acaban de implementar. En ese nivel de responsabilidades, gobernador, diputados e intendentes; no pueden desconocerse consecuencias. No es neutra la norma que legislaron, ningún discurso la podrá disimular. Cierres anticipados de minas, pérdidas de recursos minerales, reducción de costos laborales (empleos) en las tres operadoras que aún existen en la provincia tratando de subsistir, demoras en las construcciones de yacimientos factibilizados, huida masiva de inversiones en exploración. Es el nuevo escenario de una minería que para el bienestar en este tiempo de otros miles de santacruceños pudo llegar a ser, y que gracias a una dirigencia populista, ya no será.” En contexto Lo hemos dicho: la situación internacional para la minería es complicada, producto de la entrada plena en un ciclo de bajos precios de los metales, que no es pasajero. A ello se suman ingredientes locales negativos para enfrentar la reducción en el margen de ganancias, como lo son la restricción a las importaciones, el escenario inflacionario y el desdoblamiento cambiario. Esto significa que si en el mundo la minería está estancándose, en Argentina ya se estancó o está retrocediendo, y para colmo, en nuestra provincia sumamos otro elemento negativo, que es sumar costos, que no son pequeños, lo que, cuanto menos, es irresponsable. Se sostiene en algunos discursos, sobre todo en esta temporada de elecciones, que las mineras ganaron mucho y tienen que devolver algo ahora que está la provincia en crisis. Pero no se dice que cuando más tributaban –porque si una empresa gana más, paga mucho más al fisco, no hay que olvidarlo– peor se gastó, no se discutió el mejor reparto de esa renta o se miró para otro lado. Y tampoco se advierte que este nuevo impuesto golpea especialmente a los que aún no están produciendo y quieren hacerlo, y que hasta hoy solo hicieron inversiones. Cerro Negro, por caso, es un proyecto muy importante, que aún no está produciendo, y que ya está obligado a pagar como si lo estuviera haciendo, por la nueva ley, y su única arma para achicar ese costo es reducir las exploraciones, lo que golpea directamente a trabajadores y proveedores locales. El impuesto inmobiliario aprobado, en consecuencia, si llega a aplicarse solo generará una cosecha inicial de fondos frescos, pero provocará paralelamente que se reduzca el universo de aportantes tanto de ese como de otros impuestos, sacando de nuestras tierras a exploradoras, pero también a nuestros propios vecinos que viven y pagan impuestos de brindarles su fuerzas de trabajo o sus servicios. Una variante perversa, en definitiva, de los adelantos de regalías a los que tantas veces se echó mano, pretendiendo arreglar el presente complicando el futuro. |
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